El extemo inferior de la socidad antigua, también de la helenística, eran los esclavos. Si algunos humanos podían estar disconformes con la vida que llevaban eran ellos. No tiene nada de extraño que, en ocasiones, se les incharan las narices. Y como eran muchos, hicieran oír su voz.
Tampoco resulta sorprendente que la autoridad de turno no consintiera tamaña cosa, que podía, si se extendía, poner en peligro su status.
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