Con la de hoy ponemos fin a ciertas reflexiones en torno a la sociedad que nos ha tocado vivir; en parte, la que hemos sido capaces de construir. Y esto vale tanto más cuanto más entrado en años sea el lector.
Tal vez el lector esté en esa indefinible "cierta edad", tenga ya "cierta edad", término equívoco, que no denota edad alguna, pero que suena a amenaza, a pasado en demasía y a futuro de escasa cuantía.
Son las personas de "cierta edad" mis favoritas, para las que en gran parte estas reflexiones se escriben, porque han conocido tiempos pasados, han probado el queso y la leche en polvo americanos, han visto a los caballos defecar frente al Mercado, y a los basureros armados de escoba, pala y cesta, recoger - con estoico ademán - los todavía humeantes paquetes.
Han visto a las parejas de la Guardia Civil, con sentido de la propiedad, fusil al hombre, luciendo tricornio, pasearse por nuestras carreteras a media tarde, y se han asombrado viendo algún coche lleno de cromados levantando polvo por las carreteras de aquellos tiempos.
Tengo para mí que los hombres "de cierta edad" son los que más disfrutamos con la sociedad que tenemos. Porque hemos visto mucho.
Para los demás.
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